Si señores, después de acabar las clases decidí escaparme a Kyoto unos 3 días. Una de las mejores decisiones que he tomado en mucho tiempo.
Todo empieza la noche del día 26, que fue cuando cogí el autobús nocturno hacia Kyoto. Me decidí por el autobús por una simple razón: precio. Si bien me hace ilusión coger el shinkansen (tren bala) el precio es algo desorbitado, más o menos como el AVE, que no sabes por donde te la clavan cuando compras un billete.
La verdad es que fueron unas horas horribles, los autobuses japoneses son bastante pequeños, al menos el que me tocó a mi (Por 30€ que quieres). Me atrevería a decir que era incluso peor que un asiento de avión, la cosa es que hasta me dejó un par de marcas en las rodillas, pero bueno, la cosa es que llegar, llegó bien.
Bien, pues ahora si que empieza la historio historia. Me planté en Kyoto a las 7:30 de la mañana sin haber dormido y con frío de cojones por lo que no tardé mucho en subirme al autobús camino a mi hostal. Los autobuses en Kyoto son el medio de transporte más popular puesto que no es una ciudad tan grande como Tokyo. Por este motivo, hay bastantes y con una frecuencia bastante buena por lo que no tuve que esperar mucho.
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Esto me lo encontré por ahí |
Una vez en el hostal, situado en el barrio de Gion, hice el check-in y me mostraron el lugar. Era un hostal para mochileros, con dormitorios y un comedor común. La verdad es que era increíblemente barato, unos 20€ la noche y muy buen situado. Hechos los trámites, deje mis cosas ahí, descanse unos minutos y me dispuse a planificar la ruta.
Para ello me fui a la recepción donde el chico del mostrador me dio un mapa especial para mochileros (todo era especial para mochileros en ese hostal) con las mejores rutas a pie y las distancia. Para ese primer día me decante por Kyomizudera y alrededores, además, hacía muy buen día y debía aprovecharlo.
Pues nada, salí del hostal y en 5 minutos ya estaba en la zona del Kyomizudera, maravilloso. La verdad es que ahí no sólo hay este templo tan famoso sino que esta repleto de tiendas, templos, estatuas, parques y muchas más cosas que vale la pena visitar. Puedes sentirte realmente sumergido en el mundo tradicional japonés, además, las horas en las que hay menos gente ayudan a que el lugar cobre una magia especial.
En especial, me gustaría destacar la zona de Nene-doori y circundantes, con todas esas pequeñas casas de té. Sobretodo, si vas cuando oscurece puedes apreciar todo eso a la luz de los farolillos, la verdad es que esa visión te llega hondo...
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La entrada al Kyomizudera |
En fin, volvamos al tema, me fui hacia el Kyomizudera. Si una cosa no le falta a Kyoto es patrimonio de la humanidad y el Kyomizudera no es una excepción. He de decir que es un lugar impresionante, tanto por las vistas como por la arquitectura. Para entrar tienes que pagar 300 yenes pero la verdad es que vale la pena y no es uno de los templos más caros.
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El templo Kyomizudera |
Dentro del Kyomizudera hay varias secciones. He de decir pero, que cuando fui muchas de ellas estaban en proceso de ser restauradas por lo que las tenían cubiertas con lonas o llenas de andamios, una pena. De todos modos, el lugar estaba muy animado y el día era muy claro por lo que podías apreciar una preciosa vista panorámica de Kyoto y además, ver el templo en todo su esplendor.
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Más Kyomizudera |
Una cosa muy graciosa que me pasó en el templo fue que ahí me encontré a un chico con el trípode plantado y la cámara haciendo decenas de fotos, vamos, que estaba haciendo un stop-motion del templo, ¿Para qué? No lo sabía pero bueno, no sería la primera ni última vez que me lo iba a encontrar...
Después de la visita al templo me entro el hambre por lo que decidí irme a Pontocho, a ver que restaurantes podía encontrar. Menudo fallo. Nunca me asusté tanto al ver los precios de los restaurantes y es que Pontocho es carísimo. En parte es comprensible, es uno de los lugares mas famosos de Kyoto y la mayoría de restaurantes que hay en sus calles son de alto standing. Sin contar claro que la mayoría de casas están orientadas al río Kamo, cosa que les da más prestigio.En fin, después de mi cruzada sin éxito me metí en un restaurante de "comepagayvete" y me puse hasta las cejas, cargué baterías para la segunda ronda del día.
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El rio Kamo |
Mi segunda parada iba a ser el barrio de Gion, puesto que me decidí a ver una geisha, pero no de las falsas que alquilan el kimono y se hacen fotos, no, las verdaderas. Para ellos tenía que esperar a las 5 y empezar a dar vueltas y perderme por las numerosas casas de té. Como me sobraba mucho tiempo decidí irme de tiendas, bueno, irme a mirar tiendas mejor dicho y de paso, echarle un vistazo al mercado de comida que hay por la zona.
Una vez llegó la hora y se hizo oscuro, pues nada, a pasear. Las casas del barrio de Gion son maravillosas. Pequeñas, iluminadas con pequeños farolillos, tranquilas etc. tienen todos los elementos necesarios para crear una de las mas cautivadoras atmósferas que uno puede sentir. Respecto a lo de ver una geisha...no vi ninguna, al menos por el momento.
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Casita en el barrio de Gion |
Un poco desanimado, volví al hostal donde me tumbé un rato en la cama mientras descansaba las piernas. Ahí fue donde contacté con mi amigo Carlos, ya que él está viviendo en Osaka y me dijo que ese mismo día partía hacia Tokyo y que si quería, podíamos cenar en Kyoto y hacer algo antes de que se marchara. Obviamente acepté y quedamos a las 9 en la estación de Kyoto.
Una vez en la estación me encontré con Carlos y sus amigas, cenamos y pasamos un muy buen rato charlando hasta que se nos hicieron las 11. Ahí pude presenciar la locura de los buses nocturnos de esa estación: muchas mesitas plegables, el andén lleno, gente con megáfonos dejándote sordo y caos, al menos me hice una idea de lo que me esperaba, asó podía ir prevenido.
Después de esto, ya no podía más, llevaba casi dos días sin dormir y muchos kilómetros en el cuerpo por lo que tomé la decisión más obvia: volver al hostal y dormir como si no hubiera mañana, que si lo había y se presentaba muy animado.
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Es bonico |
El segundo día fue realmente intenso, he de decir que no se de dónde saque tiempo y fuerzas para caminar lo que caminé y para ver todo lo que vi. La jornada se inició con una fría temperatura y con un sol escondido entre nubes, no pintaba mal pues ese día mi primera parada iba a ser el Kinkakuji o Pabellón Dorado, lugar al que todo el mundo me recomendó ir cuando hiciera "mal tiempo". Con ese tiempo y con la ilusión de un niño pequeño me calcé las botas y me fui, no sin antes por cierto comprarme el pase del bus. ¿El pase del bus? Si, si alguno de los que lee esto tiene pensado ir a Kyoto, que no lo dude, son 500 yenes y viajes ilimitados en el mismo día. Vale muchísimo la pena.
Una vez llegado al sitio, me quedé impresionado por lo verde y lo espesa que era la vegetación por la zona. Nada más entrar al recinto tenías la sensación de apartarte completamente de la ciudad que tenías justo al lado. Con esa primera impresión, me encaminé hacia la entrada principal.
Como ya había leído, entrar no era gratis pero que os voy a decir, tampoco me importo pagar 5€ por entrar ahí, fue dinero muy bien amortizado. Pero bueno volvamos al tema, el Kinkakuji. Nada más entrar un amable (mentira) guardia te hacía desviar hacia un lado donde estaba lleno, pero lleno de gente tomándose fotos como la que tenéis aquí abajo. La típica foto de turista o la típica foto que le envías a mamá (Yo ya lo he hecho y me ha dicho que se la va a enmarcar)
Me costó lo suyo encontrar un hueco, sin árboles y sobretodo, si gente a mi alrededor para poder así conseguir un resultado decente. A la gente le daba igual ponerse a tu lado para sacarse la foto o incluso ponerse delante de ti y hacérsela ellos, muy majos...
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Va, aquí dejo una de mi semblante con el Kinkakuji detrás |
Ya con la foto de rigor me fui a ver lo que era el recinto en si. Los jardines, los edificios y todo lo que había por allí estaba en perfectas condiciones y muy buen cuidado, la verdad es que me sorprendió mucho puesto que por ahí pasan muchísimas personas. Eso si, como me lleva pasando desde que vine aquí y como se que me va a seguir pasando, a veces la belleza del paisaje queda manchada por...las máquinas de bebidas. Otra cosa no pero morirte de sed aquí es imposible, vayas donde vayas, tendrás una máquina de bebidas, no falla.
Una vez visitado todo el recinto, que no era muy grande, me fui a ver el Ryoanji, recomendación también de mis amigos. Ahí es donde se encuentra el famoso jardín zen que sale en tantas pelis y en los libros de viajes. Sin embargo, no sólo es eso, sino que todo el jardín es un lugar precioso para pasear, con su estanque y sus árboles. Tuve bastante suerte y pude ver todavía los colores rojizos del otoño, como los del árbol de momiji de aquí debajo.
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Un poco de colores de Otoño |
Llegados al edificio del jardín, uno se descalza y se mete para adentro (Aquí también hay que pagar, si mal no recuerdo 4€). Antes de llegar a lo que es el jardín pasas por una serie de estancias antiguos con recuerdos o sencillamente pequeñas exposiciones. Si puedes leer japonés es bastante interesante pero si no puedes...no hay nada en inglés.
Llegados al jardín, el de la foto, te puedes sentar y simplemente pasar todo el tiempo que quieras contemplandolo. No creo que se pueda meditar mucho pues hay bastante gente y no es para nada un lugar tranquilo, menos cuando sueltan a los niños por ahí. Sin embargo, lo recomiendo porque vale la pena ver y no sólo el jardín, a tu izquierda tienes una sala bien grande donde se pueden apreciar las pinturas de las puertas.
En mi caso, no se que me gustó más, si el jardín zen o las pinturas pues creo que me quedé más tiempo viendo estás que el jardín en si. La sala era muy grande y se podía dividir en varias estancias por medio de las puertas correderas. Dentro se respiraba una atmósfera muy "sosegada". Me encantaría poder estar ahí solo contemplando el jardín, así cualquiera puede meditar y es que el ambiente es realmente propicio.
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El jardín zen en el Ryoanji |
Después de mi momento zen tocaba visitar otro lugar famoso, esta vez era el turno del Daitokuji. El lugar en si era muy bonito pero los templos a los que podías entrar sólo eran 4 y además algo caros, por eso simplemente paseé y luego me fui a buscar la tumba de Murasaki Shikibu, autora del Cuento de Genji. Era un sitio que me hacia mucha ilusión visitar después de tanto tiempo estudiándolo y de oir hablar de ella. El lugar en si era bastante sobrio y pequeño pero reconozco que me causó una profunda impresión. En fin, un sueño más que cumplo.
Después de esta primera parte del día tan ajetreada tocaba comer algo, por lo que fui a un restaurante italiano barato para reponer fuerzas, pues para mi, lo mejor estaba por llegar. Desde hace ya muchos años, siempre me ha atraído la organización del Shinsengumi, la cual se creo en el barrio de Mibu, en Kyoto. Mirando el mapa vi que la casa donde se origino se puede visitar así que ya os podéis imaginar donde fui, rumbo al Mibu-dera.
Sobre la visita, la verdad es que si no sabes japonés lo tienes un poco mala porque no es que sea un sitio muy turístico por lo que sólo puedes tener la visita en japonés. De todos modos, si sabes de que va la historia siempre puedes ir por tu cuenta y hacer ver que escuchas. Una de las cosas más interesantes que puedes ver dentro son las marcas de katana en las vigas, fruto de las luchas que se produjeron en su interior. Para completar la visita, eso si, me dejé caer por Ikeda-ya, lugar de la famosa pelea en la que el Shinsegumi salvó Kyoto de ser pasto de las llamas. Ahora el lugar se ha convertido en un Izakaya temático lleno de parafernalia del Shinsengumi
En fin, después de ese día tan duro, volví al hostal decidido a dormir hasta morir, y eso hice, tanto que no me enteré de todo lo que pasó esa noche...
Resulta que unos cuantos del hostal se pillaron una borrachera inmensa, tan grande que uno acabo sangrando y durmiendo en un lavabo y otro se coló en el dormitorio de chicas y se quedó durmiendo ahí, brutal. No he comentado que el ambiente ahí era muy familiar, era increíble. Todos nos hablábamos con todos y bueno, muy buen rollo, por eso no paso nada y se quedo todo en una anécdota, pero que anécdota. Recuerdo levantarme y que dos entraron a preguntarme si había visto a los chicos perdidos en cuestión...
Con todo esto llegamos al tercer día, más concretamente el turno de Fushimi Inari. Me voy a ahorrar explicar ahora que es Fushimi Inari, seguramente muchos de vosotros habéis visto una de las fotos que hay más abajo, seguro que cuando la veáis os sonará el lugar.
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Bienvenidos a Fushimi Inari |
Mi intención ese día era levantarme a las 7 y llegar a Fushimi Inari bien temprano pero bueno, quedo en eso, una mera intención. Después de dos días de no parar mi cuerpo pesaba más de lo normal por lo que acabe llegando ahí a las 12, pero creo que fue incluso mejor.
Una vez fuera del tren lo primero que ves es la estación personalizada con marcos rojos y zorros, un detalle por su parte. Saliendo y de camino hacia el templo hay unas calles bien bonitas, llenas de puestos de comida y de tiendas para sacarle el dinero a los turistas y es que era realmente caro. También, y ya es mala suerte, una vez llegas a la entrada del templo te horrorizas al ver que esta lleno de puestecitos a medio montar. Como se acercaba el año nuevo, en casi todos los templos estaban en obras, montando y organizando los preparativos para la celebración de Año Nuevo, una lástima porque le quitaba bastante encanto.
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Seguro que la mayoría de vosotros habéis visto este sitio |
Si señores, esto es Fushimi Inari, ese lugar lleno de torii rojos que delimitan un camino por toda la montaña. No podía ser más mágico. La atmósfera, las luces, los colores de la montaña se entremezclan para dotar de alma y personalidad a todo el lugar. Es una experiencia mística diría yo pues durante toda la vuelta experimentas un cúmulo de sensaciones indescriptibles. En mi caso, sólo diré que volveré, todavía no he decidido la fecha pero lo haré.
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La gente se curraba muchísimo los dibujos |
Respecto al paseo, es genial. A paso normal se tarda unas dos horas en subir y bajar la montaña. Digo dos horas porque no te interesa hacerlo rápido, lo suyo es ir parándose a contemplar el paisaje y todo lo que rodea a los caminos de torii. La ascensión no es difícil pero para algunas personas puede hacerse pesado pues no le faltan escaleras al lugar así que ya sabéis, si vais llevad calzado cómodo y no muchas cosas, que luego entra la pereza.
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Camino a la cima |
Después de la visita al Fushimi ya no me quedaba mucho más tiempo pues mi autobús salía esa misma tarde hacia Tokyo. En vista de que no me quedaba mucho margen decidí volver al Kyomizudera y perderme otra vez por las calles circundantes. Esta vez fue incluso mejor que la anterior pues estaba oscureciendo y con la iluminación del atardecer el lugar gana muchísimo. ¿Lo malo? Esta vez estaba lleno de gente pero vale la pena, vale muchísimo la pena.
Después de mi largo paseo volví al hostal a pasar las últimas horas en familia, la pequeña familia que se creó y que se acabó ahí. Una verdadera lástima pues la gente era verdaderamente amable. Eso si, antes de llegar a Tokyo tuve mi última aventura pues regresé con el chico que acabo sangrando la noche anterior. Se supone que volvíamos en el mismo autobús pues el chico de la recepción reservo un billete para él. El caso es que parece que el pago no se hizo efectivo y tuvimos que lidiar con el chico de los autobuses para que lo dejaran subir, que al final cedió, cosa impensable en España. Una cosa que no entendí era como ese chaval, con 1 grado de temperatura y un viento gélido iba con pantalones cortos y una sudadera...
Bueno, aquí termina la cosa, así fue mi viaje a Kyoto, más o menos. La verdad es que es un sitio al que se debe ir si se visita Japón. Lleno de historia y lleno de lugares que dejan huella, sin duda la fama que tiene es merecida.