martes, 17 de abril de 2012

Mi Tokyo de día

Buenos días,

Son las 7 de la mañana y ya está sonando la alarma del móvil. La paro para alargar 20 minutos más la inevitable obligación de ir a la escuela, como cada día. Bueno va, hagamos un esfuerzo...

Me visto, y salgo con los ojos entrecerrados a la calle. A diferencia del mes de enero, ahora hay más luz por las mañanas, un alivio ya que así duele menos abandonar el calor de la cama. Delante de casa tengo una floristería donde cada mañana los dueños trabajan sin cesar para arreglar todas las flores recién llegadas. Pese a que nunca les compraré nada ya que es un poco caro, debo decir que son muy bonitos los ramos que hacen, en fin.

Una vez pasada la floristería llego al combini, un 7 Eleven cualquiera pero por las mañanas puedes oler el delicioso olor de los panecillos de carne y de las diferentes comidas que preparan los dueños de una pequeña verdulería a la vuelta de la esquina. Así  no hay quien se concentre.

Al otro lado de la acera está el templo del pueblo. Por las mañanas la madera tiene un brillo encantador. Se ve madera nueva, por lo que deduzco que esta reformado pero aun así, la manera en la que brilla cuando lo alcanza el sol hacen que uno se pare unos minutos delante del gran torii que preside la entrada, que menos que un rezo silencioso.

Y llego a la estación después de atravesar unos cuantos callejones llenos de postes de luz, casas grises, casas viejas y casas que llevan manteniendo una lucha por tenerse en pie desde tiempos inmemoriales, todo esto como no, acompañado por los graznidos burlones de los cuervos y las flores salvajes que crecen a los lados de la carretera o en las aperturas de las paredes. La estación de mi pueblo es muy vieja, o al menos es lo que parece. Cuando llegué a Japón siempre me imagine este país lleno de edificios futuristas pero cuando llegué, me encontré con un paisaje anclado en el pasado donde poco a poco, van germinando brotes de modernidad. 

En la estación hay dos pastelerías que le dan un toque dulce al ambiente llenando el aire con el olor de los bollos recién hechos. Es un paisaje curioso, ver a decenas de hombres trajeados, malhumorados, cansados o con las caras más largas que puedas haber visto nunca andando entre nubes que huelen a desayuno. Curioso. 

Llega el momento del tren, los empujones, el olor a sudor, las caras de enfado y el tener que aguantar para poder respirar. Este es quizás uno de los peores momentos del día, pero no se le puede hacer nada, sólo subir la música y cerrar los ojos un rato. Si ese día tengo suerte, igual puedo estar al lado de la ventana. Desde ahí observo como el paisaje cambia rápidamente, se suceden ríos, casas, pequeños parques, otros trenes, estructuras de hierro, cementerios... La ciudad no se acaba nunca, es como un puzzle muy bien encajado.

Ya he llegado al centro. Esta estación me parece inmensa, y eso que no es de las más grandes. Con paciencia me sumo al río de gente, un afluente más para una corriente ya muy crecida. En este río predomina el negro y el blanco de la gente trajeada. A veces uno puede ver alguna carpa multicolor que le aporta un tono de libertad a la corriente, pero sólo a veces. Por las mañanas parece un desfile militar.

Llegó a la escuela, llego a un ambiente antiséptico con toques de rectitud. Mucho blanco y mucho orden, bueno, no me puedo quejar. Pronto empezarán las clases, tendré que esforzarme. Después toca deshacer el camino, todavía habrá luz, la noche vendrá más adelante.

martes, 20 de marzo de 2012

Después del parón

Ha pasado aproximadamente un mes y medio desde la última vez que escribí por aquí. Reconozco que es bastante tiempo y la verdad, no era mi intención dejar esto desatendido durante tantos días pero la verdad, siempre que abría el ordenador y me disponía a escribir unas lineas, me quedaba dormido.

Ha sido un mes y medio largo, muy largo. Mi rutina se volvió un poco más dura de lo normal, mucho trabajo, muchos madrugones y una medio gripe que me dejo K.O. unas semanitas. Pero ahora ya está, desde ayer estoy oficialmente de vacaciones, unas tres semanas. Espero dedicarle más tiempo a esto, actualizar con alguna que otra anécdota y plasmar la ideas que me van dando vueltas por la cabeza pero de momento, me contentaré con hacer un pequeño resumen del curso.

Este segundo trimestre ha sido un poco extraño, sobretodo por los contenidos dados en clase. Desdé que entré en mi academia que me vengo quejando de que no hablamos, obviamente este trimestre no ha sido una excepción. El caso es que el libro que usamos (ya actualizaré algún día con el material que uso) estaba repleto de palabras, estructuras y expresiones que se usan generalmente cuando escribes. Esto me cabreó un poco.

Después, he de decir que mi asistencia no fue del todo buena pero tenía un motivo: no quería perder el tiempo en clase. Muchos eran los días en los que tirábamos el tiempo repitiendo conversaciones hechas o repitiendo poemas para corregir la pronunciación. Vale, no es del todo inútil pero deberíais ver como la hacen ahí. La verdad es que esos días los pasaba en casa hablando con mis amigos o repasando por mi cuenta y por lo que pude comprobar, fueron mucho más productivos que ir a clase.

Por último y quizás lo que mas cabrea es el tema kanji. Entiendo que son de vital importancia para el día a día pero lo que no puedes pretender es enseñarlos al nivel de un estudiante chino y además, sin explicar. Yo me harté y empecé a hacerlo siguiendo mi método, al menos de este modo soy capaz de retenerlos y lo más importante, de usarlos. El tema de como enseñan prefiero no tocarlo más pero bueno, es la raíz de todo mi malestar. En fin, a pesa de todo esto, he aprobado sin problemas y pasaré al siguiente curso. 

Por otro lado tengo también el tema del trabajo. Estos tres meses he estado a tope tanto con las clases de español como con las de inglés para niños pequeños. Me va bastante bien y ahora tengo bastante gente que quiere empezar y la verdad, se está convirtiendo en un problema porque no tengo tiempo material para hacerlas. O busco una solución o digo que no, pero bueno, eso ya se verá.

La verdad es que han sido unos 3 meses poco "emocionantes". He estado muy volcado en el estudio y en el trabajo, con alguna que otra fiesta de por medio, pero poco más. Veamos que me traerán estas tres semanas de vacaciones.

domingo, 5 de febrero de 2012

Kamakura y Enoshima

Bueno, hoy toca hablar un poco de una escapada que hice hace poco, más concretamente hace dos semanas hacia Kamakura y Enoshima.

Llevaba ya muchísimo tiempo queriendo venir aquí pero entre el trabajo, la pereza, los estudios y esas cosas pues nunca me decidía. Un factor importante es que está un poco lejos de donde vivo, a unos 70-80 minutos en tren, hecho que hace que el precio del billete sea un poco caro y claro, no estamos para hacer viajecitos cada semana.

El caso, me levanté bien temprano y puse rumbo hacia Kamakura. La verdad es que elegí un día realmente frío (aquí llevamos pasando frío desde hace más tiempo que en España, ¡Llorones!). Hacía tanto frío que lo primero que hice al llegar a Kamakura fue correr hasta dentro de un restaurante y beberme un café ardiendo.

Supongo que muchos habréis oído hablar del famoso Buda gigante de Kamakura, pues es quizás el icono del pueblo o si más no, su atracción turística más importante. No me costó mucho decidirme en ese día tan frío así que después de comer puso rumbo hacía la estatua.

El gran Buda de Kamakura
La verdad es que no hay mucho más. Entras, pagas unos 200 yenes y ahí está, sentado en su roca la gran estatua de Buda. No negaré que me lo imaginaba un poco más grande pero igualmente merece la pena. 

Una cosa rara que me pasó ahí es que fui asaltado por una chica que me hizo una encuesta preguntándome si creía en aliens y cosas por el estilo, por supuesto que le dije que si. En fin, después de mi breve encuentro en la tercera fase, fui a un templo que estaba por la montaña, o eso creía porque elegí el camino largo que atravesaba un monte que había por ahí cerca.

El caso es que no recuerdo el nombre del templo, pero era muy bonito. ¿Que tenía de especial? bueno, había una fuente dentro en la que se dice que si lavas tu dinero, la fortuna vendrá a ti, estaba claro que yo lo iba a hacer también.

Fortuna, fortuna...

Después de la visita al templo y de andar bastante llego el momento que llevaba esperando desde hacía mucho tiempo: mi reencuentro con el mar, es decir, mi visita a Enoshima. Para ello volví hasta Kamakura andando y ahí me subí a la Enoden hasta Enoshima.

El trayecto es muy bonito pues vas viendo la sucesión de pequeños pueblos hasta que de golpe aparece el mar ante ti, un trayecto muy recomendable.

Al fondo, la isla de Enoshima
Una vez en Enoshima el tiempo mejoró. Empezó a salir un sol bien grande y redondo que hizo que a ratos pasara calor, sensación maravillosa cuando se está al lado del mar. El camino de la estación hasta la isla es muy bonito, tiendas de pescado, restaurantes recuerdos etc. hasta que llegas al paseo que une la isla con tierra, un lugar curioso porque te encuentras carteles como el siguiente:

Cuidado...
Por toda la isla hay grandes aves rapaces que a la que te despistas, te roban la comida si tienen hambre. Al principio me pensaba que era broma o si más, que exageraban un poquito pero no, yo no lo viví en mis carnes pero si que lo presencié. 

Una vez en la isla, muerto de hambre, me metí en un restaurante a comer ramen de Enoshima, que es ramen normal pero con pescado...y que pescado, que maravilla, mis 10€ mejor invertidos (ese día)

Ramen de Enoshima
Después de comer y con las pilas recargadas me fui al santuario que hay en la isla donde saqué un omikuji en el que me presagiaba la mejor fortuna posible, espero que se cumpla. Después de la visita de rigor al templo pues poco más, recorrer la isla para llegar a la cara que da hacía el mar, un lugar precioso desde donde se puede presenciar el sol en todo su esplendor.

Además, siempre se puede encontrar algún lugar en el que sentarse, encima de la roca y contemplar un poco el mar que con todo el ajetreo de la vida en Tokyo es una calma que se agradece.

Empieza el atardecer
Después de pasar un rato agradable entre rocas y al lado de los acantilados tocaba la última visita del día, no es otra cosa que la playa. Acostumbrado a vivir cerca del mar o a verlo casi cada semana, el vivir en una gran ciudad alejado de la orilla hace que eche mucho de menos el sonido de las olas o el simple placer de pasar junto a la orilla. Por ese motivo, no me iba a marchar de ahí sin sentirlo una vez más.

La playa de Enoshima
Y esque quien me iba a decir a mi que iba a echar tanto de menos el mar, pero cuando estás rodeado cada día de edificios, luces, música, sonidos extraños y derivados, necesitas un poco de esa calma. Dejarte llevar un poquito por el sonido de las olas y relajarte.

Un atardecer


lunes, 23 de enero de 2012

Frío, nieve y las manos rojas

De las hojas rojas del otoño a los cielos blancos y la nieve del invierno. Una suave transición sólo advertida por los árboles desnudos y los copos de nieve en mis hombros.

Ahora si que siento el frío. La nieve en Tokyo no es nieve normal, es capaz de hacer cambiar la ciudad por completo. A veces la vuelve fiera y violenta, te expulsa de sus calles, te corta la cara con el frío y te empapa de una soledad que te cala hasta los huesos. Sin embargo, a veces la embellece hasta límites insospechados. Santuarios cubiertos con un fino manto blanco, neones que brillan con más intensidad que antes, parques que parecen sacados de un cuento. La nieve aquí no es nieve normal.


Me gustaría poder derretirla con las palabras pero ahora mismo me siento como Invierno. Frío, callado y a la espera de Primavera, a la espera de un poco de sol para derretir y disfrutar otra vez de la calidez de las personas. No hay día que no emprenda un viaje, ya sea real o introspectivo, el problema es que ahora los pasos están impracticables. El invierno no es fácil, este no lo es, pero algo me dice que será diferente.

Son las 21:28, el cielo está blanco y no puedes ver más allá de tu nariz. Nieva como si se fuera a terminar el mundo y yo, en casa, sueño y espero.

martes, 17 de enero de 2012

Running

Desde que llegué a Japón que hay una cosa que he echado mucho de menos: el correr. Antes de embarcarme en mi viaje, no había semana que no saliera 3 o 4 veces a entrenar, ya fuera en el gimnasio o por la calle pero mi carrera nunca faltaba.

Ahora lo pienso y yo mismo me sorprendo, ya han pasado 5 años desde que empecé con esta costumbre y no ha habido nunca un parón tan grande. 3 meses que he estado sin correr, 3 meses que me han parecido una eternidad.

Y es que así lo siento, desde que empecé que el correr me ha reportado una gran felicidad, una gran satisfacción y como no, mucha diversión. No se trata de hacer ejercicio o hacer algo saludable, no. Se trata de auto-superación, de sufrir, de luchar por algo, de entrenar duro y día a día apreciar los resultados. Cuerpo tienes el que tienes y depende de ti aprovecharlo o no.

Recuerdo cuando empecé, que apenas podía correr 10 minutos sin echarlo todo por la boca y como ahora, pese al parón, sigo conservando todo el trabajo duro. Todos esos meses de trabajo para conseguir unas décimas más de velocidad, unos kilómetros más de aguante y como todo junto me aportaba una gran felicidad.

A pesar de todo eso, no sólo me ha reportado alegrías y beneficios a nivel físico y mental, no, también me ha hecho conocer gente nueva como el grupo de HardcoreBoss (A ver si alguno de vosotros lee esto).

Lo echaba de menos, no lo negaré. Ahora estando aquí se me plantean nuevos retos, como recuperar el tiempo perdido. Los 3 meses de parón me van a suponer un duro trabajo, pero a quién pretendo engañar, lo disfrutaré como un niño.

(Eternal running 2010)Valió la pena

Vuelta a la rutina

Después de muchos días sin decir nada, ya tocaba actualizar. ¿A que se debe el parón? Bueno la respuesta no es muy complicada: he vuelto a empezar las clases.

Pocas cosas han cambiado (por desgracia). Ahora estoy en el horario de mañanas, que en parte es mucho mejor ya que puedo aprovechar más el día. Después, ahora estoy en el quinto curso, donde usamos un libro nuevo que parece que está muy bien. ¿Lo malo? La actitud de la escuela no ha cambiado nada, es más, tengo a la misma profesora que el curso anterior.

Cada vez tengo más claro que me voy a cambiar de escuela. Si no lo he hecho antes es más que nada porque no me devuelven el dinero. Vamos, que me veo forzado hacer los 6 meses que he pagado aquí para luego poder acabar en otro lado.

A uno se le quitan las ganas de levantarse por la mañana para ir a clase con gente así, pero bueno, como he repetido ya tantas veces, no hay nada que hacer, son así y después de pasar 3 meses quejándome no he conseguido nada. Lo divertido será ver como se ponen cuando les diga que me cambio, ahí empezarán los llantos.

Como no quiero hacer otro post-queja, puesto que no es el objetivo del blog ni lo que tengo en mente decir que, vista esta situación, si os planteáis ir a Japón a estudiar en alguna escuela de idioma, intentad contactar con exalumnos recientes. Es muy importante que sean recientes pues os podrán informar ejor de la situación actual de la escuela.

Dicho esto, 3 meses por delante de trabajo y estudio. Lo bueno es lo que me espera después, un viaje a Osaka y el mes de junio cada vez más cerca. ¿Junio? Si, hay otra aventura gestándose. 

lunes, 2 de enero de 2012

Lo que me espera


Las cosas se están poniendo (más) feas. Ahora que estoy aquí reconozco que cada vez se menos de España. Al principio leía los periódicos o le preguntaba a mi familia como iba evolucionando la situación pero la verdad, estaba cansado de oír malas noticias cada día.

Pese a esto, me guste o no, tengo que volver. Debo terminar la carrera, hecho que me fuerza a regresar aunque sólo sea un año y por este motivo, no puedo dar la espalda a todos esos problemas que me esperan nada más llegar.

Trabajo, precio de la universidad, la subida del transporte etc. Sólo de pensarlo ya me duele la cabeza. Pero otra vez, es una realidad que no debo obviar, algo tendré que hacer. Desde más o menos principios de diciembre que empecé a buscar trabajo de cara a mi vuelta, intentando establecer relaciones, vendiéndome, tirando de ETT's pero la verdad, parece muy difícil. Es muy difícil no me voy a engañar. 

Parece que este es el reto más grande que se me presenta este año, uno al que debo enfrentarme de cara. La verdad es que me entristece ver como se está yendo todo a la mierda, porque esa es la palabra, mierda. Lo que se tardó años en construir esta tardando segundos en desaparecer. Ya somos títeres completos sin voz ni voto, bailando al son de una moneda.

Así está la cosa, entrada rápida pero tenía ganas de soltarlo un poco. Aquí no tengo muchas oportunidades de hablar de estos temas...

PD: He arreglado el tema de los comentarios, ahora no hace falta estar registrado para publicarlos así que si me leéis y me queréis dejar un saludo, ahora ya podéis :)

Fin de año, la torre de Tokyo y otras historias

En un abrir y cerrar de ojos se acabó el 2011. Reconozco que tenía ganas ya de pasar de año, tener un símbolo de mi nueva etapa y dejar las cosas del pasado allí donde pertenecen, en el pasado.

Para ello decidí, ya que estoy en un país que no es el mío (Si es que se puede pertenecer a algún país claro) adaptarme un poco a sus costumbres. Me vi con mi amigo Carlos  que está pasando unos días en Tokyo y fuimos a cenar a un restaurante Coreano, porque fue el primero que se nos cruzó por el camino. Si, se que si digo que quería adaptarme a las costumbres de Japón debería de haber comido Toshi Koshi Soba pero era cara de cojones.

Cena de Fin de año
La cena en el restaurante fue bien, unas cervezas, carnes y fideos de boniato. Una cena sencilla para un fin de año poco común, al menos para mi. Lo único a destacar fue el precio ya que fuimos a Shinjuku y bueno, se debe ir con cuidado con el sitio ya que a veces suele ser bastante caro, pero una noche es una noche. Si algo no me doy desde que estoy en Tokyo son muchos caprichos.

Con Carlos
Así pues con la barriga llena nos pusimos rumbo a la torre de Tokyo, más concretamente hacia el templo que hay delante de la torre. Nada más salir de la estación y torciendo un poco el cuello puedes contemplar esto:

Preciosa
Esta fue mi primera vez en la torre, antes había querido ir pero por una cosa u otra nunca me decidí. Que mejor día que el último del año para ver este espectáculo.  Era muy divertido como se agolpaban manada de guiris debajo de la torre para hacerse las estúpidas fotos esas donde hacen ver que la sostienen y demás tonterías.

El caso es que ahí estaba, de noche, al lado de la torre y con una sensación estraña en mi estomago que no era la cena ni nada por estilo. Se estaba a punto de terminar un año que no empezó muy bien y que no me dio muchas alegrías. Además, no lo iba a terminar en casa sino muy muy lejos. Vaya, que no me lo creía.



Llegados al templo me encontre una desagradable sorpresa, todo hay que decirlo pues estaba lleno de guiris borrachos, muchos, muchísimos y la verdad, algunos daban un espectáculo lamentable. Pero bueno, vamos a obviar ese dato, pues el resto de cosas que había por ahí como los puestecitos de comida o las decoraciones eran maravillosas.

El caso es que ahí me encontraba yo, pensando todo el rato en lo que me había sucedido hasta ese día. Empecé con unas perspectivas muy negativas y al cabo de un año me encuentro celebrando las fiestas en Japón con la que es mi pequeña nueva familia.


Todavía es muy temprano para sacar valoraciones generales de todo esto pero puedo decir que me alegro de haber dado el paso. No se si he aprendido mucho japonés o no (Yo creo que si) pero lo que si que no puedo negar y que me enorgullezco de afirmar es que he cambiado. Normalmente siempre tenía un aura un poco negra y depresiva pero desde que estoy aquí ha ido desapareciendo poco a poco. Quizás lo que necesitaba era alejarme un poco del ruido y empezar a escuchar atentamente lo que sale dentro de mi.

No se si llamarlo crecer, madurar o simplemente un despertar pero me alegro, me alegro mucho. Poder levantarte de la cama y aunque a veces con pereza, ver que tienes confianza en ti mismo y lo más importante: ilusión, ilusión por levantarte mañana y pasado y todos los días y darte cuenta de lo que es vivir.

Deseos
Hasta que llegó la hora, las 12, el cambio de año, la transición, el paso. No quiero hacer predicciones ni decir que este año será maravilloso, que triunfaré y que conseguiré todo lo que me proponga. Lo que si que es cierto es que el futuro no se ve, y no quiero verlo. No significa que no me fije metas ni deje de pensar en mis sueños sino que simplemente iré haciendo, viviendo el día a día y aprovechando las oportunidades que se me aparezcan. No tengo ganas de obsesionarme con una idea o de luchar por algo que sencillamente, no me toca ahora conseguir.


Feliz año a todos.

Kyoto

Si señores, después de acabar las clases decidí escaparme a Kyoto unos 3 días. Una de las mejores decisiones que he tomado en mucho tiempo.

Todo empieza la noche del día 26, que fue cuando cogí el autobús nocturno hacia Kyoto. Me decidí por el autobús por una simple razón: precio. Si bien me hace ilusión coger el shinkansen (tren bala) el precio es algo desorbitado, más o menos como el AVE, que no sabes por donde te la clavan cuando compras un billete.

La verdad es que fueron unas horas horribles, los autobuses japoneses son bastante pequeños, al menos el que me tocó a mi (Por 30€ que quieres). Me atrevería a decir que era incluso peor que un asiento de avión, la cosa es que hasta me dejó un par de marcas en las rodillas, pero bueno, la cosa es que llegar, llegó bien.

Bien, pues ahora si que empieza la historio historia. Me planté en Kyoto a las 7:30 de la mañana sin haber dormido y con frío de cojones por lo que no tardé mucho en subirme al autobús camino a mi hostal. Los autobuses en Kyoto son el medio de transporte más popular puesto que no es una ciudad tan grande como Tokyo. Por este motivo, hay bastantes y con una frecuencia bastante buena por lo que no tuve que esperar mucho.

Esto me lo encontré por ahí
Una vez en el hostal, situado en el barrio de Gion, hice el check-in y me mostraron el lugar. Era un hostal para mochileros, con dormitorios y un comedor común. La verdad es que era increíblemente barato, unos 20€ la noche y muy buen situado. Hechos los trámites, deje mis cosas ahí, descanse unos minutos y me dispuse a planificar la ruta.

Para ello me fui a la recepción donde el chico del mostrador me dio un mapa especial para mochileros (todo era especial para mochileros en ese hostal) con las mejores rutas a pie y las distancia. Para ese primer día me decante por Kyomizudera y alrededores, además, hacía muy buen día y debía aprovecharlo.
Pues nada, salí del hostal y en 5 minutos ya estaba en la zona del Kyomizudera, maravilloso. La verdad es que ahí no sólo hay este templo tan famoso sino que esta repleto de tiendas, templos, estatuas, parques y muchas más cosas que vale la pena visitar. Puedes sentirte realmente sumergido en el mundo tradicional japonés, además, las horas en las que hay menos gente ayudan a que el lugar cobre una magia especial. 

En especial, me gustaría destacar la zona de Nene-doori y circundantes, con todas esas pequeñas casas de té. Sobretodo, si vas cuando oscurece puedes apreciar todo eso a la luz de los farolillos, la verdad es que esa visión te llega hondo...

La entrada al Kyomizudera
En fin, volvamos al tema, me fui hacia el Kyomizudera. Si una cosa no le falta a Kyoto es patrimonio de la humanidad y el Kyomizudera no es una excepción. He de decir que es un lugar impresionante, tanto por las vistas como por la arquitectura. Para entrar tienes que pagar 300 yenes pero la verdad es que vale la pena y no es uno de los templos más caros.

El templo Kyomizudera
Dentro del Kyomizudera hay varias secciones. He de decir pero, que cuando fui muchas de ellas estaban en proceso de ser restauradas por lo que las tenían cubiertas con lonas o llenas de andamios, una pena. De todos modos, el lugar estaba muy animado y el día era muy claro por lo que podías apreciar una preciosa vista panorámica de Kyoto y además, ver el templo en todo su esplendor.

Más Kyomizudera
Una cosa muy graciosa que me pasó en el templo fue que ahí me encontré a un chico con el trípode plantado y la cámara haciendo decenas de fotos, vamos, que estaba haciendo un stop-motion del templo, ¿Para qué? No lo sabía pero bueno, no sería la primera ni última vez que me lo iba a encontrar...

Después de la visita al templo me entro el hambre por lo que decidí irme a Pontocho, a ver que restaurantes podía encontrar. Menudo fallo. Nunca me asusté tanto al ver los precios de los restaurantes y es que Pontocho es carísimo. En parte es comprensible, es uno de los lugares mas famosos de Kyoto y la mayoría de restaurantes que hay en sus calles son de alto standing. Sin contar claro que la mayoría de casas están orientadas al río Kamo, cosa que les da más prestigio.En fin, después de mi cruzada sin éxito me metí en un restaurante de "comepagayvete" y me puse hasta las cejas, cargué baterías para la segunda ronda del día. 

El rio Kamo
Mi segunda parada iba a ser el barrio de Gion, puesto que me decidí a ver una geisha, pero no de las falsas que alquilan el kimono y se hacen fotos, no, las verdaderas. Para ellos tenía que esperar a las 5 y empezar a dar vueltas y perderme por las numerosas casas de té. Como me sobraba mucho tiempo decidí irme de tiendas, bueno, irme a mirar tiendas mejor dicho y de paso, echarle un vistazo al mercado de comida que hay por la zona.

Una vez llegó la hora y se hizo oscuro, pues nada, a pasear. Las casas del barrio de Gion son maravillosas. Pequeñas, iluminadas con pequeños farolillos, tranquilas etc. tienen todos los elementos necesarios para crear una de las mas cautivadoras atmósferas que uno puede sentir. Respecto a lo de ver una geisha...no vi ninguna, al menos por el momento.

Casita en el barrio de Gion

Un poco desanimado, volví al hostal donde me tumbé un rato en la cama mientras descansaba las piernas. Ahí fue donde contacté con mi amigo Carlos, ya que él está viviendo en Osaka y me dijo que ese mismo día partía hacia Tokyo y que si quería, podíamos cenar en Kyoto y hacer algo antes de que se marchara. Obviamente acepté y quedamos a las 9 en la estación de Kyoto.

Una vez en la estación me encontré con Carlos y sus amigas, cenamos y pasamos un muy buen rato charlando hasta que se nos hicieron las 11. Ahí pude presenciar la locura de los buses nocturnos de esa estación: muchas mesitas plegables, el andén lleno, gente con megáfonos dejándote sordo y caos, al menos me hice una idea de lo que me esperaba, asó podía ir prevenido.

Después de esto, ya no podía más, llevaba casi dos días sin dormir y muchos kilómetros en el cuerpo por lo que tomé la decisión más obvia: volver al hostal y dormir como si no hubiera mañana, que si lo había y se presentaba muy animado.

Es bonico
El segundo día fue realmente intenso, he de decir que no se de dónde saque tiempo y fuerzas para caminar lo que caminé y para ver todo lo que vi. La jornada se inició con una fría temperatura y con un sol escondido entre nubes, no pintaba mal pues ese día mi primera parada iba a ser el Kinkakuji o Pabellón Dorado, lugar al que todo el mundo me recomendó ir cuando hiciera "mal tiempo". Con ese tiempo y con la ilusión de un niño pequeño me calcé las botas y me fui, no sin antes por cierto comprarme el pase del bus. ¿El pase del bus? Si, si alguno de los que lee esto tiene pensado ir a Kyoto, que no lo dude, son 500 yenes y viajes ilimitados en el mismo día. Vale muchísimo la pena.

Una vez llegado al sitio, me quedé impresionado por lo verde y lo espesa que era la vegetación por la zona. Nada más entrar al recinto tenías la sensación de apartarte completamente de la ciudad que tenías justo al lado. Con esa primera impresión, me encaminé hacia la entrada principal. 

Como ya había leído, entrar no era gratis pero que os voy a decir, tampoco me importo pagar 5€ por entrar ahí, fue dinero muy bien amortizado. Pero bueno volvamos al tema, el Kinkakuji. Nada más entrar un amable (mentira) guardia te hacía desviar hacia un lado donde estaba lleno, pero lleno de gente tomándose fotos como la que tenéis aquí abajo. La típica foto de turista o la típica foto que le envías a mamá (Yo ya lo he hecho y me ha dicho que se la va a enmarcar)

Me costó lo suyo encontrar un hueco, sin árboles y sobretodo, si gente a mi alrededor para poder así conseguir un resultado decente. A la gente le daba igual ponerse a tu lado para sacarse la foto o incluso ponerse delante de ti y hacérsela ellos, muy majos...

Va, aquí dejo una de mi semblante con el Kinkakuji detrás
Ya con la foto de rigor me fui a ver lo que era el recinto en si. Los jardines, los edificios y todo lo que había por allí estaba en perfectas condiciones y muy buen cuidado, la verdad es que me sorprendió mucho puesto que por ahí pasan muchísimas personas. Eso si, como me lleva pasando desde que vine aquí y como se que me va a seguir pasando, a veces la belleza del paisaje queda manchada por...las máquinas de bebidas. Otra cosa no pero morirte de sed aquí es imposible, vayas donde vayas, tendrás una máquina de bebidas, no falla.

Una vez visitado todo el recinto, que no era muy grande, me fui a ver el Ryoanji, recomendación también de mis amigos. Ahí es donde se encuentra el famoso jardín zen que sale en tantas pelis y en los libros de viajes. Sin embargo, no sólo es eso, sino que todo el jardín es un lugar precioso para pasear, con su estanque y sus árboles. Tuve bastante suerte y pude ver todavía los colores rojizos del otoño, como los del árbol de momiji de aquí debajo.

Un poco de colores de Otoño
Llegados al edificio del jardín, uno se descalza y se mete para adentro (Aquí también hay que pagar, si mal no recuerdo 4€). Antes de llegar a lo que es el jardín pasas por una serie de estancias antiguos con recuerdos o sencillamente pequeñas exposiciones. Si puedes leer japonés es bastante interesante pero si no puedes...no hay nada en inglés.

Llegados al jardín, el de la foto, te puedes sentar y simplemente pasar todo el tiempo que quieras contemplandolo. No creo que se pueda meditar mucho pues hay bastante gente y no es para nada un lugar tranquilo, menos cuando sueltan a los niños por ahí. Sin embargo, lo recomiendo porque vale la pena ver y no sólo el jardín, a tu izquierda tienes una sala bien grande donde se pueden apreciar las pinturas de las puertas. 

En mi caso, no se que me gustó más, si el jardín zen o las pinturas pues creo que me quedé más tiempo viendo estás que el jardín en si. La sala era muy grande y se podía dividir en varias estancias por medio de las puertas correderas. Dentro se respiraba una atmósfera muy "sosegada". Me encantaría poder estar ahí solo contemplando el jardín, así cualquiera puede meditar y es que el ambiente es realmente propicio.

El jardín zen en el Ryoanji
Después de mi momento zen tocaba visitar otro lugar famoso, esta vez era el turno del Daitokuji. El lugar en si era muy bonito pero los templos a los que podías entrar sólo eran 4 y además algo caros, por eso simplemente paseé y luego me fui a buscar la tumba de Murasaki Shikibu, autora del Cuento de Genji. Era un sitio que me hacia mucha ilusión visitar después de tanto tiempo estudiándolo y de oir hablar de ella. El lugar en si era bastante sobrio y pequeño pero reconozco que me causó una profunda impresión. En fin, un sueño más que cumplo.

Después de esta primera parte del día tan ajetreada tocaba comer algo, por lo que fui a un restaurante italiano barato para reponer fuerzas, pues para mi, lo mejor estaba por llegar. Desde hace ya muchos años, siempre me ha atraído la organización del Shinsengumi, la cual se creo en el barrio de Mibu, en Kyoto. Mirando el mapa vi que la casa donde se origino se puede visitar así que ya os podéis imaginar donde fui, rumbo al Mibu-dera.

Sobre la visita, la verdad es que si no sabes japonés lo tienes un poco mala porque no es que sea un sitio muy turístico por lo que sólo puedes tener la visita en japonés. De todos modos, si sabes de que va la historia siempre puedes ir por tu cuenta y hacer ver que escuchas. Una de las cosas más interesantes que puedes ver dentro son las marcas de katana en las vigas, fruto de las luchas que se produjeron en su interior. Para completar la visita, eso si, me dejé caer por Ikeda-ya, lugar de la famosa pelea en la que el Shinsegumi salvó Kyoto de ser pasto de las llamas. Ahora el lugar se ha convertido en un Izakaya temático lleno de parafernalia del Shinsengumi

En fin, después de ese día tan duro, volví al hostal decidido a dormir hasta morir, y eso hice, tanto que no me enteré de todo lo que pasó esa noche...

Resulta que unos cuantos del hostal se pillaron una borrachera inmensa, tan grande que uno acabo sangrando y durmiendo en un lavabo y otro se coló en el dormitorio de chicas y se quedó durmiendo ahí, brutal. No he comentado que el ambiente ahí era muy familiar, era increíble. Todos nos hablábamos con todos y bueno, muy buen rollo, por eso no paso nada y se quedo todo en una anécdota, pero que anécdota. Recuerdo levantarme y que dos entraron a preguntarme si había visto a los chicos perdidos en cuestión...

Con todo esto llegamos al tercer día, más concretamente el turno de Fushimi Inari. Me voy a ahorrar explicar ahora que es Fushimi Inari, seguramente muchos de vosotros habéis visto una de las fotos que hay más abajo, seguro que cuando la veáis os sonará el lugar.

Bienvenidos a Fushimi Inari
Mi intención ese día era levantarme a las 7 y llegar a Fushimi Inari bien temprano pero bueno, quedo en eso, una mera intención. Después de dos días de no parar mi cuerpo pesaba más de lo normal por lo que acabe llegando ahí a las 12, pero creo que fue incluso mejor.

Una vez fuera del tren lo primero que ves es la estación personalizada con marcos rojos y zorros, un detalle por su parte. Saliendo y de camino hacia el templo hay unas calles bien bonitas, llenas de puestos de comida y de tiendas para sacarle el dinero a los turistas y es que era realmente caro. También, y ya es mala suerte, una vez llegas a la entrada del templo te horrorizas al ver que esta lleno de puestecitos a medio montar. Como se acercaba el año nuevo, en casi todos los templos estaban en obras, montando y organizando los preparativos para la celebración de Año Nuevo, una lástima porque le quitaba bastante encanto.

Seguro que la mayoría de vosotros habéis visto este sitio
Si señores, esto es Fushimi Inari, ese lugar lleno de torii rojos que delimitan un camino por toda la montaña. No podía ser más mágico. La atmósfera, las luces, los colores de la montaña se entremezclan para dotar de alma y personalidad a todo el lugar. Es una experiencia mística diría yo pues durante toda la vuelta experimentas un cúmulo de sensaciones indescriptibles. En mi caso, sólo diré que volveré, todavía no he decidido la fecha pero lo haré.

La gente se curraba muchísimo los dibujos

Respecto al paseo, es genial. A paso normal se tarda unas dos horas en subir y bajar la montaña. Digo dos horas porque no te interesa hacerlo rápido, lo suyo es ir parándose a contemplar el paisaje y todo lo que rodea a los caminos de torii. La ascensión no es difícil pero para algunas personas puede hacerse pesado pues no le faltan escaleras al lugar así que ya sabéis, si vais llevad calzado cómodo y no muchas cosas, que luego entra la pereza.

Camino a la cima
Después de la visita al Fushimi ya no me quedaba mucho más tiempo pues mi autobús salía esa misma tarde hacia Tokyo. En vista de que no me quedaba mucho margen decidí volver al Kyomizudera y perderme otra vez por las calles circundantes. Esta vez fue incluso mejor que la anterior pues estaba oscureciendo y con la iluminación del atardecer el lugar gana muchísimo. ¿Lo malo? Esta vez estaba lleno de gente pero vale la pena, vale muchísimo la pena.

Después de mi largo paseo volví al hostal a pasar las últimas horas en familia, la pequeña familia que se creó y que se acabó ahí. Una verdadera lástima pues la gente era verdaderamente amable. Eso si, antes de llegar a Tokyo tuve mi última aventura pues regresé con el chico que acabo sangrando la noche anterior. Se supone que volvíamos en el mismo autobús pues el chico de la recepción reservo un billete para él. El caso es que parece que el pago no se hizo efectivo y tuvimos que lidiar con el chico de los autobuses para que lo dejaran subir, que al final cedió, cosa impensable en España. Una cosa que no entendí era como ese chaval, con 1 grado de temperatura y un viento gélido iba con pantalones cortos y una sudadera...

Bueno, aquí termina la cosa, así fue mi viaje a Kyoto, más o menos. La verdad es que es un sitio al que se debe ir si se visita Japón. Lleno de historia y lleno de lugares que dejan huella, sin duda la fama que tiene es merecida.